martes, 3 de agosto de 2010

Síndrome postvacacional

Siempre nos pasa, al menos a mí, después de una temporadita fuera de casa, o incluso en mi casa pero con visita, cuando se acaba, tenemos una extraña sensación, una pequeña depresión que muchos se han empeñado en llamarlo síndrome postvacacional. Creo, y por mi experiencia lo digo, que hay muchos tipos de ese síndrome y todo relacionado con cómo intentamos sobrellevarlo, y a la vez, por el tipo de visita (ya sea fuera o dentro de casa) es la que "sufrimos".

Quiero decir, las vacaciones están relacionadas con el descanso, con el descanso del trabajo. Pero yo, que estoy en paro, ya he sufrido varios de esos síndromes este año, y no por descansar del trabajo. Me explico. Antes vivía en Madrid, me volví a casa de mis padres porque me quedé en paro y porque quería estudiar unas oposiciones. Pero eso no ha impedido que este sea el año que más he viajado, que más visitas he hecho, que más tiempo he perdido (ejem). Dejé en Madrid a muchos amigos, dejé en Madrid muchísimas vivencias. Así que cada vez que he podido, he hecho una escapadita a ver a la gente, a salir de fiesta, a recordar viejos momentos. Y cada vez que volvía a casa, pasaba dos o tres días sin levantar cabeza.

También este año he aprovechado a visitar Valencia y sus fiestas. Una de mis compañeras se fue allí a vivir, así que otros tantos aprovechamos y le hicimos una visita en marzo. Sólo fueron cuatro días, pero lo pasamos muy bien, no hubo ni un momento de silencio, las risas se oían hasta en el otro lado de la península, bebímos, salimos, disfrutamos de las Fallas... recordamos, nos puteamos, revivimos otros momentos... en fin, lo pasamos muy bien. Por ello mismo, cuando volví a casa, pasando por Madrid unos días, el síndrome duró una semana.

Por fin hice una escapadita de un fin de semana con mis amigos de toda la vida. Para ver a otra amiga que se mudó a Valdepeñas hace tiempo. Hicimos cosas que antes no habíamos hecho (como una visita a una bodega, con cata de vinos y todo), recordamos viejos momentos y se los contamos a los que no los habían vivido con nosotros... pero, sobre todo, creamos nuevos momentos que ahora recordamos cada vez que nos juntamos. De nuevo en casa, el síndrome reapareció.

En mayo hice una visita muy especial a Madrid. Al cumpleaños de un amigo. Nos pasamos todos el fin de semana fuera de casa, conociéndonos más, sin parar de hablar, sin parar de contarnos nuestras cosas, riéndonos de unas y otras, disfrutando del buen tiempo, de las terrazas, de la gente. En fin, disfrutamos como nunca de un simple y sencillo fin de semana. A la vuelta, ambos, sufrimos una pequeña depresión postvacacional.

En julio me fui al sur. A otra reunión genial con amigos. Hemos estado una semana disfrutando, riéndonos, creando nuevos momentos que recordaremos, creo, toda la vida. Unos más que otros, pero igualmente estamos ahora sufriendo las consecuencias de ese síndrome, de esa depresión, y estamos contando los días para volver a vernos. Estamos planeando nuestra próxima reunión.

Y todavía me queda. Como cada año, voy a pasarme una semana en el pueblo de mi madre, con amigos y primos, sabemos que lo vamos a pasar bien, nunca nos decepcionamos unos a otros, es más, cada año nos superamos. Ya estamos contando los días, las horas y los minutos para vernos. Ya estamos planeando cosas para esa semana, ya estamos asustándonos con las fotos, con lo que van a sufrir nuestros cuerpos... y ese síndrome postvacacional lo sufrimos todos por igual, tanto que intentamos volver a vernos en las siguientes semanas (siempre es un poco más difícil, pero a veces lo conseguimos).

Lo que quiero decir, es que no podemos evitar ese síndrome, esa pequeña depresión... por pequeña que sea... sea porque desconectamos del trabajo o simplemente de casa... me pasa muy a menudo, y no sólo tiene que ver con la gente que me acompaña en cada momento, sino porque intento, es una cuestión de orgullo, que cada momento sea especial, y convertirlo en uno de mis mejores recuerdos... intento, siempre, quedarme con lo mejor de cada viaje, y aunque critique algunas cosas y, algunas veces, piense que es posible pasarlo aún mejor, creo que vivo cada momento como se merece... Y eso, me hace estar feliz conmigo mismo, y estar orgulloso de mis amigos, porque me hacen ser quien soy.

(Esto sí que es un síntoma de esa pequeña depresión de la que tanto hablo... por suerte, se pasa, con la siguiente al menos sé que pasará...)