lunes, 9 de mayo de 2011

Intensa sensación de felicidad

Tenía reseca la boca, intenté, con escaso éxito, remediarlo humedeciendo mis labios. Me costaba respirar, tragué la poca saliva que tenía. Me sudaban las manos, pude notar la humedad dentro de los bolsillos de mi abrigo. Hacía mucho frío en la calle pero yo tenía mucho calor, no sabía a qué achacarlo, pero notaba sonrosadas mis mejillas. El banco donde estábamos sentados no era cómodo, sin embargo estaba a gusto allí. Moví el cuello, el ruido de los huesos que despertaban fue atronador. Me acomodé y, sin querer, mi pierna rozó la suya. La miré y nuestras miradas se cruzaron. Rápidamente volví a mirar al frente y una tímida sonrisa, temblorosa, apareció en mi reseca boca empujando levemente mis aún más rojas mejillas. Ella suspiró, al compás de los latidos de mi corazón. Saqué de los bolsillos mis sudorosas manos, empecé a juguetear con mis dedos apoyadas ambas en mi regazo. Volví a tragar saliva tras un vergonzoso y casi insonoro suspiro. Crucé las piernas, pero no fue buena idea, fui incapaz de parar el insistente movimiento de una de ellas, que arrastraba a la otra. Las estiré y reduje aquel molesto tic a los pies. Volví a mojarme los labios. Era tan profundo el horrible sonido del silencio que nos envolvía que podía oír perfectamente mis propios pensamientos. Pensaba en ella, la tenía al lado. Sentí un fuerte golpe en el pecho. Volví a mirarla. Creo que ella lo notó. Su largo cuello blanco se movió cuando tragó saliva. Me latía muy rápido el corazón, podía oírlo, lo sentía fuertemente en mi pecho. Me acomodé en el banco con una rodilla en alto para quedar de lado mirándola a ella. Con un elegante gesto, colocó uno de sus juguetones mechones tras la oreja, ¿sonreía? Tenía unos bonitos labios carnosos, muy apetecibles, color rosa chicle. Yo temblaba, no sé si del frío o de los nervios. Le toqué un hombro, noté cómo aquel gesto estremeció todo su cuerpo. Me miró. Noté que mis ojos se abrían más, intenté sonreír, pero el temblor de la barbilla me lo impidió. Mojé mis labios otra vez. Tragué saliva. Ella puso una delicada mano en mi rodilla; sentí a mi corazón pugnar por salir de mi interior, me costaba respirar; apoyó su otra mano acariciando mi nuca, el roce de su tacto hizo que toda mi piel se erizase, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y provocó, además, una falsa y agradable laxitud muscular. Me dejé llevar. Acercó su cara a la mía. Acercó sus labios a los míos. El primer roce produjo que ambos sintiésemos todo lo que había precedido a aquella intensa sensación de felicidad, y nos fundimos en un profundo beso.

... y unas pinceladas de presunta prosa poética (V)

Asomado al precipio del nihilismo, rodeándome una espesa niebla unamuniana que me impide ver quién maneja mi vida, atrapado por las circunstancias que me desvían del camino que quiero seguir, en una constante lucha por la búsqueda de la felicidad...

domingo, 8 de mayo de 2011

22M: TENEMOS QUE EJERCER NUESTRO DERECHO A VOTAR

Aquella teoría del aprendizaje (la del premio-castigo) de la que hablé hace tiempo en una de mis notas, parece ser útil sólo cuando nos conviene. En aquella nota atacaba yo al mal llamado voto castigo que previsiblemente se pondrá en práctica en las elecciones generales de 2012. Intentaba yo llamar la atención de los votantes indecisos (e, incluso, de los desilusionados) para no caer en esa trampa de la campaña del PP. No, no atacaba (ni se me ocurriría) a los convencidos votantes del PP; aunque no comparta sus ideas, y a veces me cueste creer que en el siglo y en el mundo en que vivimos puedan existir (las citadas ideas), concluía (y en más de una de mis notas, además) que acepto el sistema, concluía que creo en la democracia, concluía que me tocará (como a todos) aceptar el resultado de entonces porque, presumiblemente, es el que querrán muchos españoles. Vamos a ver si soy capaz de explicar la primera frase de esta nota.

De acuerdo, está bien. Votantes indecisos, votantes desilusionados, ¿queréis castigar al Gobierno? Hacedlo, pero hacedlo cuando se debe. Por favor, no lo hagáis el 22 de mayo. Esas son elecciones municipales y autonómicas. Es decir, que estamos eligiendo un alcalde para nuestra ciudad, estamos eligiendo un gobierno para nuestra comunidad, sólo eso. ¿Qué votamos el 22 de mayo? Buena pregunta. Y la respuesta no tendría nada que ver con el que se cree que será el resultado de las elecciones de 2012. Todos debemos hacernos la misma pregunta para no pecar de lo mismo, pecar de ingenuos dejándonos engañar por los argumentos del partido de la oposición (que, políticamente, ha sabido utilizarlos muy bien), no pecar, si me apuras, de inocentes creyéndonos las promesas que desde las más altas esferas se nos hacen y desoyendo (aunque a veces ni lo necesitamos) las propuestas de las más bajas esferas (sin desmerecer, me estoy refiriendo a las secciones regionales). En un momento dado, vistas también las reacciones, estoy de acuerdo con aplicar esa teoría (más que con castigar los fracasos, estoy más de acuerdo con premiar los logros), pero no nos olvidemos (al menos, no deberíamos) que a quien tenemos que premiar o castigar no es, en este caso, al Gobierno central.

Me sorprende ver las encuestas (mucho más los resultados). En Valencia, volverá a ganar Camps (imputado en una mediática trama, y cuyas últimas declaraciones, refiriéndose al abuelo de Zapatero, ya en campaña, demuestran el tipo de persona que es); en Murcia, volverá a ganar Valcárcel (que promueve el copago en sanidad y educación); en Madrid, volverá a ganar Aguirre (privatizando más hospitales, y apoyando la teoría del premio-castigo en un momento que no corresponde diciendo que "es más importante expresar el rechazo al PSOE que elegir a los alcaldes")… En Castilla y León, comunidad en la que vivo, por supuesto ganará (arrasará) la derecha; en Salamanca, hará lo mismo, aprovechándose el Partido Popular de la falta de memoria de los salmantinos (recomiendo leer mi nota: "JULIÁN LANZAROTE: EL MEJOR ALCALDE DE SALAMANCA (ANCHA ES CASTILLA)"). Muchos son los ejemplos de la falta de castigo. Yo, a pesar de creer más en premiar los logros, me sorprendo ante esta falta, es más, me sorprende esa ausencia de castigo (según las encuentas, esos ejemplos que propongo, además, vencerán con una amplia mayoría). Y no sólo lo digo porque los tres candidatos que acabo de mencionar sean del PP, sino porque me sorprende, nuevamente, el cinismo de dicho partido. Si son ellos los que promueven el castigo, ¿por qué son capaces de presentar en sus listas a candidatos que castigan a sus ciudadanos, olvidando o negando que así lo hacen? ¿por qué premian dichos castigos o las causas y actitudes, e, incluso, simples comentarios que deberían ser rechazados (al menos así lo entiende la lógica, la decencia, la empatía...)? ¿por qué los ciudadanos no castigan a esos candidatos, presidentes ya de esas comunidades? Y ahondando más aún, ¿por qué los ciudadanos los siguen premiando?

¿Por qué hemos de votar? Hemos de ejercer nuestro derecho, pero no sólo eso (que puede parecer, y en realidad es, un argumento muy romántico), sino que gracias a que votemos entonces, podremos ejercer nuestro derecho a quejarnos. Me explico. Aquel que no vota lo hace porque no le importa nada, ni la política, ni los políticos, ni su comunidad… Y, como no le importa el resultado ni quien le gobierne, no debería quejarse entonces de las medidas que se tomen (le favorezcan o no). Al menos así lo entiendo yo: para quejarse (y, en el futuro, castigar) de alguna medida que no nos guste, HAY QUE VOTAR. Que no nos convence nadie (a pesar de todas las opciones que hay, no sólo dos), pues votad en blanco. ¿Por qué? Con ese voto en blanco, estamos enviando un mensaje claro al sistema (sobre todo, a los políticos), un mensaje claro y conciso: NO ME GUSTA NADA DE LO QUE ESTÁIS HACIENDO NI LO QUE PRETENDÉIS HACER.

(Es simple comprender la importancia de votar con este ejemplo. Imaginemos una ciudad de 100 habitantes. Imaginemos que votan todos: 51 a un partido y 49 a otro; gana el primer partido con mayoría absoluta. Imaginemos ahora que sólo votan 40: 21 a un partido y 19 a otro; gana el primer partido con mayoría absoluta olvidándose de que hay 60 personas que no han votado a ninguno de los dos. Imaginemos de nuevo que votan todos: 21 a un partido, 19 a otro y 60 votos en blanco; gana el primer partido, pero con mayoría relativa, porque ya ha quedado registrado que 60 personas –que son, en realidad, la mayoría absoluta– no estaban contentas con ninguno de los dos… y al partido ganador, debería preocuparle esta victoria, ¿no?, es más, ¿es una victoria justa? como nunca se ha dado el caso, creo, no sé qué es lo que ocurriría, pero en temas más frívolos, no se aceptaría el resultado).

Y no, no me entendáis mal, no estoy defendiendo el voto en blanco (ni el voto nulo, que se contabiliza como tal), no pienso que sea la solución a nuestros problemas (ahora personalizo en poco en los salmantinos y castellanoleoneses, aunque no me olvido de los sufridores madrileños, valencianos y murcianos que he citado antes). Intento convenceros de la importancia de votar, de la importancia de expresar nuestras opiniones siempre. Trato de echar por tierra (ardua tarea) los intentos del PP de llevar a las elecciones municipales el presunto éxito que alcanzarán en 2012, y de echar por tierra las encuestas, en lo que a intención de voto se refieren, recientemente publicadas; y, lo más importante, pretendo explicar que estas elecciones NO SON GENERALES, para que no nos olvidemos de lo que ahora, egoístamente, debería preocuparnos (que no tiene nada que ver, precisamente, con el romanticismo que antes he mencionado).

jueves, 5 de mayo de 2011

Lunes de Aguas, Padre Putas y hornazo [bonita tradición salmantina]

Corría el siglo XVI en España. Las ciudades españolas preparaban los festejos propios de la Pascua, ajenos a toda decisión procedente de la Corte, y animadas, a la par, por las iglesias, parroquias y catedrales de cada provincia. Las ciudades lucían brillantes ante tales festejos, sobre todo una, la ciudad de Salamanca, cuyo color dorado se intensificaba con el buen sol que iluminaba las piedras de sus edificios emblemáticos, obviando la suciedad que imperaba en las calles debida al ir y venir de los miles de estudiantes que su universidad acogía y llevaba acogiendo desde hacía tanto tiempo.

Felipe II, el rey llamado “el prudente” por muchos, estaba preocupado. No por la suciedad que asolaba las calles de la ciudad universitaria, no, su preocupación radicaba en los últimos informes que de las iglesias, parroquias y catedrales le habían llegado. Los estudiantes no tenían respeto. No tenían respeto por nada, su nimio interés por las fiestas de Pascua lo suplían con su interés por todo tipo de fiestas paganas que se organizaban en torno a la Universidad, en las calles de la ciudad, a la vista de todos los cristianos que querían guardar respeto a la solemne fiesta que se acercaba. Eso es lo que preocupaba a las iglesias, parroquias y catedrales de la ciudad, y todas ellas se habían puesto de acuerdo para hacer llegar su preocupación y sus quejas al rey de España, Felipe II.

Felipe II, aconsejado por su Corte, y ante el miedo de rebeliones en el corazón de su aliada y amada Iglesia, decidió poner fin a tales excesos. Había de darle un escarmiento a los estudiantes de la ciudad helmántica. Aprovechando las fechas y las fiestas religiosas, dictó unas ordenanzas que iban de la mano del respeto, la solemnidad y la religiosidad a que se debían dichas fiestas. Sus órdenes eran claras: “las mujeres públicas, que habitan en la Casa de Mancebía de Salamanca, han de ser trasladadas, durante la Cuaresma, fuera de la ciudad”.

Llegó el Miércoles de Ceniza. Las mujeres, escondidas en su hogar habitual, están asustadas. Tienen miedo ante las reacciones de los estudiantes, que se quejaron de la situación por las que les hacía atravesar el rey de España. Y tienen miedo ante las reacciones de las iglesias, parroquias y catedrales, que apoyan la medida de Felipe II. Y tienen miedo ante las reacciones de los cristianos y cristianas de Salamanca. El rey sintió un escalofrío, miedo, miedo por las consecuencias que pudieran derivarse de esta, su decisión. ¿Cómo podría evitar un posible enfrentamiento entre los ciudadanos y pobladores, hombres de fe y cristianos acérrimos de Salamanca? ¿Cómo podría evitar el incumplimiento de la ley?

Felipe II nombró a un cura, que más tarde sería apodado por toda la ciudad el “Padre Putas”, para que acompañara a las mujeres a la otra margen del río. Él sería el encargado, además, de cuidarlas y de asistirlas espiritualmente, como también de cuidar que ningún joven estudiante acudiera en busca de los servicios de tales mujeres. Y así fue. El Padre Putas fue en busca de las mujeres de la Casa de la Mancebía y las llevó al Tormes, las montó en barcas y se las llevó al otro lado del río.

Pasada la Cuaresma, muchos eran los estudiantes que esperaban ansiosos la vuelta de las mujeres públicas a Salamanca. Una semana después del Lunes de Pascua, las ordenanzas de Felipe II permitían la vuelta de estas mujeres de vida alegre (que tanto alegraban a los jóvenes de la ciudad), levantándose así la prohibición legal y superando al fin, la prohibición moral de las fiestas de Pascua, se acabó la abstinencia de carne animal y se acabó la abstinencia de los placeres carnales que dichas mujeres proporcionaban durante todo el año.

El Padre Putas, acompañado por miles de estudiantes, se disponía a cruzar el río Tormes en busca de las mujeres. El ansia de los jóvenes pudo con ellos y muchos eran los que montaban en barcas para acercarse a ellas. Ellos estaban contentos, ellas estaban alegres. Los menos, esperaban la vuelta, veían con alegría el regreso de sus amigos que acompañaban a las prostitutas de vuelta a su hogar. Alrededor del río se habían reunido muchos ciudadanos, con botellas de vino en las manos unos, con comida (ricos y sabrosos hornazos) en las manos otros, dispuestos a celebrar con bailes, con alegría y sin medida el fin de la abstinencia de todos los excesos. El carácter festivo de dicho acontecimiento inundó las calles de la ciudad, Salamanca volvía ser una ciudad de fiesta, volvía a ser una ciudad de estudiantes, volvía a ser una ciudad universitaria, Salamanca recuperaba así su carácter festivo, divertido y amigable por el que era conocido en todo el reino y en los reinos vecinos. Salamanca era fiesta.

Y la culpa de todo... sí... del Gobierno... ¿¡CÓMO NO!?

Basado en conversaciones reales:

- A ver, ¿en qué quieres trabajar?

- En lo que sea...

- Uy, pero no puedo poner eso... a ver... hmmmmm... vamos a poner algo en lo que tengas experiencia.

- Venga, pues de profesor de español para extranjeros.

- Uy, pero de eso no tenemos trabajo aquí en el INEM...

- Eeeeeeeeeeeeeeh... bueno... pues... ¿de qué tienen trabajos aquí?

- Eeeeeeeeeeeh... bueno... hmmmmmmmmmmmmm... bueno... ahora no hay mucho, pero normalmente, de lo que sea...

(nuestras caras: de circunstancia... ahora vuelvo con esta conversación)


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- Sí, déjanoslo aquí, en este montón.

(cara de la señora: de agobio, señalando un gran montón de currículos)


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- Eeeeeeeeeeeeeeh... bueno... sí... trae... pero ahora no necesitamos a nadie.

(cara de la señora: de pocos amigos)


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- A ver, siéntate un rato... (echa un vistazo al curriculum)... Hmmmmmmmmmm... pero... tú tienes mucha experiencia (con cara de sorpresa)... uy... y hace mucho que te licenciaste...

- Eeeeeeeeeeh... sí...

- Nosotros es que buscamos a recién licenciados.

(cara de la señora: de disculpa)


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- Uy... no... ahora no necesitamos a nadie.

- Eeeeeeeeeh... bueno... pues para cuando lo necesiten...

- Uy... es que ahora tenemos muchíiiiiiiiiiiiiiiiiiiisimo currículos...

(cara de la señora: no quiero más folios en sucio)


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- Sí... pasa... siéntate aquí... a ver... (echa un vistazo)... veo que has trabajado en muchos sitios... uy... y en alguno de ellos más de una vez... uy... y mucho tiempo... (cara de la señora: ¿emoción?)... bueno... te cuento... nosotros solemos hacer un curso de preparación para las nuevas incorporaciones... en caso de que contáramos contigo, pues te llamamos para hacer ese curso... es gratuito, ¿¡eh!?, ni se paga ni te pagamos...

(cara de la señora: de "esto es lo que hay")

- Ah... bien... y... ¿para cuándo sería?

- Pues mira... nosotros ahora no necesitamos a nadie... pero seguramente a mediados del próximo mes... si te interesa... bueno... eeeeeeeeeeeeeeh... el curso es sólo de dos días... sería una tarde, dos horas, y al día siguiente vendrías de oyente a alguna clase...

(cara de la señora: de nuevo, esto es lo que hay)


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- Eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeh... ah... vale... hmmmmmmmmmmmmmm... bueno... ya si eso... ya si eso se lo paso a la directora yo...

(cara de la señora, con una sonrisita: "¿dónde está la caja del papel para reciclar?")


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- Ah... bueno... a ver... (echa un vistazo)... ah... pero si tienes mucha experiencia... uy... y veo que has trabajado en Madrid... ¡anda! pero ya hace casi... hmmmmmmmmmm... casi dos años... ¿qué pasó?...

- Eeeeeeeeeeeeeh... bueno... eeeeeeeeeeeeeeh... se me acabó el contrato y no me renovaron...

- Oh... y de vuelta a casita, ¿no? (cara de la señora: displicencia)

- Bueno... sí...

- ¿Te preparaste oposiciones?

- ¿De secundaria? (gesto afirmativo por su parte)... no.

- ¿De otras?

- Eeeeeeeeeeeeeeh... bueno... no...

- Nosotros es que no queremos a nadie que se prepare oposiciones... lo entiendes ¿no? es que luego nos dejáis colgados y...

(mi cara, pensando en la de veces que alguna academia me ha dejado colgado a mí, con una sonrisa forzada: "hiiiiiiiiiiiija de...")


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- Uy, sí, claro... a ver... (echa un vistazo)... uy... tienes mucha experiencia... eso está bien... ¿te has presentado a oposiciones de secundaria?

- No.

- ¿¡NOOOOOOOOO!? ¿por qué?... yo se lo aconsejo a todo el mundo...

(cara de la señora: sorpresa... "¿de verdad hay alguien en este mundo que quiera hacer de esto, el español para extranjeros, su profesión?")


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- Siéntate. Sí. Hmmmmmm... mucha experiencia... bueno... nosotros trabajamos de una manera diferente a toooooooodas estas academias en las que has trabajado... bueno... nosotros, normalmente, si vamos a contratar a alguien, le hacemos venir una semana de prueba. Le enseñamos nuestro método... y después le hacemos una pequeña prueba para ver cómo se desenvuelve... y si nos gusta, pues le contratamos.

(nuestras caras: "¡¡¡¡¡¡¡EN SERIO!!!!!!!")


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- Uuuuuuuuuuuuuy... pues qué bien me vienes... tengo ahora un curso... bueno... bueno... bueno... una cosa nueva... y tiene muuuuuuuuuuuuy buena pinta... a ver si te interesa...

(mi cara: mezcla de miedo y de interés y ella continua)

- Pues mira, se trata de dar clases de español en empresas, ¿te interesa?

- Pero... ¿para cuánto tiempo sería?...

- Pues de momento, para un mes...

- Ah... y ¿cuánto tiempo sería?

- Pues dos horas a la semana... y se pagan a 6 euros la hora... si te interesa...

(mi cara: "me estás tomando el pelo, ¿¡no!?")


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- Uy... eres el cuarto de esta mañana...

(mi cara, con media sonrisa: "te mataría más a gusto")


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- Ahá... a ver... hmmmmmmmmmmmmm... ¿cómo te has enterado? si acabamos de abrir...

- Eeeeeeeeeeeh... bueno... no sé... lo busqué en internet...

- Bueno, pasa... a ver... (echa un vistazo al curriculum)... pero... pero si tú no tienes experiencia en este ámbito...

- ¿Perdón?

- Es que esto ya no es una academia de español para extrajeros...

(mi cara: "¿dónde estoy?... ¿quién soy?... ¿de dónde vengo?... ¿a dónde voy?")


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- Sí, claro... pasa y siéntate... (saca un papel)... toma... me haces este examen de conociemientos de español y después hablo contigo...

(cara de la señora: "no me mires así... aquí viene mucha gente que no tiene ni idea... y antes de mirar de qué eres licenciado, pueeeeeeeeeees...")


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- Uy... es que nosotros trabajamos con el INEM.

(mi cara: "¿¿¿¿¿¿¡¡¡¡¡¡QUÉEEEEEEEEEEEEEEE!!!!!!??????")


- Bueno... pues... ¿qué puedo poner?... ¿de qué hay trabajos ahora?...

- Pues... bueno... para ti... con tu perfil... es que no hay mucho...

(su cara, media sonrisa, y forzada: "¿de qué estábamos hablando?")...

- Pues... no sé... ¿y algún curso? ¿o algo?... no sé...

- Uy... es que tú tienes muy poca antigüedad apuntado al paro, ¿verdad?...

- Bueno... sí... pero ¿eso es un impedimento?...

- Bueno, claro, normalmente se llama para los cursos a gente que lleva mucho tiempo aquí...

(mi cara: "¡Hola! ¿esto es el INEM?... ¿no?... bueno... pues póngame un café con leche, por favor"... ahora vuelvo con esta conversación)


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- Sí... pasa... siéntate... a ver... (echa un vistazo)... ah... bien... pues tienes mucha experiencia... ah... y también hiciste el curso de la Universidad, de Cursos Internacionales... ah... y ¿has trabajado en Madrid?

- Sí, estuve allí casi dos años...

- ¿Y quieres volver?

- Bueno... volver... bueno... si tuviera trabajo...

- ¿No trabajas ahora?

- Eeeeeeeeeeeeeeeeh... pues no...

- ¡Ah! ¡pero si tu último trabajo es de hace dos años!

(mi cara: "este señor, ¿dónde se cree que vive?")


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- Claro... pasa... cuéntame.

- Eeeeeeeeeeeeeh... bueno...

- Quiero decir, ¿de qué quieres trabajar?

(mi cara: "ya me he vuelto a equivocar... ¡un café con leche, por favor!")


- Hola, vengo a dejar un curriculum.

- ¿Un qué?

- Un curriculum.

- Nosotros es que cuando necesitamos a gente la buscamos por internet.

(mi cara: "YO ES QUE ME CAGO EN INFOJOBS, EN INFOEMPLEO Y EN INFO-SUPUTAMADRE")


- Hola... curriculum...

- ¿Perdón?

- Eeeeeeeeeeeeh... vengo a dejar un curriculum...

- Sí, claro... no eres el único (señalando un montón en la mesa)

(mi cara: "¡QUÉ COJONES ME IMPORTA!")


- Hola... vengo a dejar...

- Sí... un curriculum...

- Exacto.

- Bien, pues se lo pasaré a la directora y si necesitamos a alguien... pues... bueno... eso... ya te llamaremos.

(cara de la señora: "yo sí que estoy hasta las narices de escuchar la misma frase y de decir la misma... no veas qué trabajo más duro tengo")


- Hola... vengo a dejar... bueno... esto... un curriculum.

- Uy... sí, claro... déjalo aquí... luego le echo un vistazo... (al teléfono)... pues lo que te iba diciendo...

(cara de la señora: "¿necesitas algo más? ¿te doy una palmadita?")


- Bien... entonces... ¿para qué nos sirve estar aquí apuntados?

- Bueno... pues... bueno... en realidad... pues... eeeeeeeeeeeeeeeeeh...

(lo dicho: "¿Nos tomamos un café?... en terraza, ¿¡eh!?... que hace buen tiempo y ahí se puede fumar")