Aquella teoría del aprendizaje (la del premio-castigo) de la que hablé hace tiempo en una de mis notas, parece ser útil sólo cuando nos conviene. En aquella nota atacaba yo al mal llamado voto castigo que previsiblemente se pondrá en práctica en las elecciones generales de 2012. Intentaba yo llamar la atención de los votantes indecisos (e, incluso, de los desilusionados) para no caer en esa trampa de la campaña del PP. No, no atacaba (ni se me ocurriría) a los convencidos votantes del PP; aunque no comparta sus ideas, y a veces me cueste creer que en el siglo y en el mundo en que vivimos puedan existir (las citadas ideas), concluía (y en más de una de mis notas, además) que acepto el sistema, concluía que creo en la democracia, concluía que me tocará (como a todos) aceptar el resultado de entonces porque, presumiblemente, es el que querrán muchos españoles. Vamos a ver si soy capaz de explicar la primera frase de esta nota.
De acuerdo, está bien. Votantes indecisos, votantes desilusionados, ¿queréis castigar al Gobierno? Hacedlo, pero hacedlo cuando se debe. Por favor, no lo hagáis el 22 de mayo. Esas son elecciones municipales y autonómicas. Es decir, que estamos eligiendo un alcalde para nuestra ciudad, estamos eligiendo un gobierno para nuestra comunidad, sólo eso. ¿Qué votamos el 22 de mayo? Buena pregunta. Y la respuesta no tendría nada que ver con el que se cree que será el resultado de las elecciones de 2012. Todos debemos hacernos la misma pregunta para no pecar de lo mismo, pecar de ingenuos dejándonos engañar por los argumentos del partido de la oposición (que, políticamente, ha sabido utilizarlos muy bien), no pecar, si me apuras, de inocentes creyéndonos las promesas que desde las más altas esferas se nos hacen y desoyendo (aunque a veces ni lo necesitamos) las propuestas de las más bajas esferas (sin desmerecer, me estoy refiriendo a las secciones regionales). En un momento dado, vistas también las reacciones, estoy de acuerdo con aplicar esa teoría (más que con castigar los fracasos, estoy más de acuerdo con premiar los logros), pero no nos olvidemos (al menos, no deberíamos) que a quien tenemos que premiar o castigar no es, en este caso, al Gobierno central.
Me sorprende ver las encuestas (mucho más los resultados). En Valencia, volverá a ganar Camps (imputado en una mediática trama, y cuyas últimas declaraciones, refiriéndose al abuelo de Zapatero, ya en campaña, demuestran el tipo de persona que es); en Murcia, volverá a ganar Valcárcel (que promueve el copago en sanidad y educación); en Madrid, volverá a ganar Aguirre (privatizando más hospitales, y apoyando la teoría del premio-castigo en un momento que no corresponde diciendo que "es más importante expresar el rechazo al PSOE que elegir a los alcaldes")… En Castilla y León, comunidad en la que vivo, por supuesto ganará (arrasará) la derecha; en Salamanca, hará lo mismo, aprovechándose el Partido Popular de la falta de memoria de los salmantinos (recomiendo leer mi nota: "JULIÁN LANZAROTE: EL MEJOR ALCALDE DE SALAMANCA (ANCHA ES CASTILLA)"). Muchos son los ejemplos de la falta de castigo. Yo, a pesar de creer más en premiar los logros, me sorprendo ante esta falta, es más, me sorprende esa ausencia de castigo (según las encuentas, esos ejemplos que propongo, además, vencerán con una amplia mayoría). Y no sólo lo digo porque los tres candidatos que acabo de mencionar sean del PP, sino porque me sorprende, nuevamente, el cinismo de dicho partido. Si son ellos los que promueven el castigo, ¿por qué son capaces de presentar en sus listas a candidatos que castigan a sus ciudadanos, olvidando o negando que así lo hacen? ¿por qué premian dichos castigos o las causas y actitudes, e, incluso, simples comentarios que deberían ser rechazados (al menos así lo entiende la lógica, la decencia, la empatía...)? ¿por qué los ciudadanos no castigan a esos candidatos, presidentes ya de esas comunidades? Y ahondando más aún, ¿por qué los ciudadanos los siguen premiando?
¿Por qué hemos de votar? Hemos de ejercer nuestro derecho, pero no sólo eso (que puede parecer, y en realidad es, un argumento muy romántico), sino que gracias a que votemos entonces, podremos ejercer nuestro derecho a quejarnos. Me explico. Aquel que no vota lo hace porque no le importa nada, ni la política, ni los políticos, ni su comunidad… Y, como no le importa el resultado ni quien le gobierne, no debería quejarse entonces de las medidas que se tomen (le favorezcan o no). Al menos así lo entiendo yo: para quejarse (y, en el futuro, castigar) de alguna medida que no nos guste, HAY QUE VOTAR. Que no nos convence nadie (a pesar de todas las opciones que hay, no sólo dos), pues votad en blanco. ¿Por qué? Con ese voto en blanco, estamos enviando un mensaje claro al sistema (sobre todo, a los políticos), un mensaje claro y conciso: NO ME GUSTA NADA DE LO QUE ESTÁIS HACIENDO NI LO QUE PRETENDÉIS HACER.
(Es simple comprender la importancia de votar con este ejemplo. Imaginemos una ciudad de 100 habitantes. Imaginemos que votan todos: 51 a un partido y 49 a otro; gana el primer partido con mayoría absoluta. Imaginemos ahora que sólo votan 40: 21 a un partido y 19 a otro; gana el primer partido con mayoría absoluta olvidándose de que hay 60 personas que no han votado a ninguno de los dos. Imaginemos de nuevo que votan todos: 21 a un partido, 19 a otro y 60 votos en blanco; gana el primer partido, pero con mayoría relativa, porque ya ha quedado registrado que 60 personas –que son, en realidad, la mayoría absoluta– no estaban contentas con ninguno de los dos… y al partido ganador, debería preocuparle esta victoria, ¿no?, es más, ¿es una victoria justa? como nunca se ha dado el caso, creo, no sé qué es lo que ocurriría, pero en temas más frívolos, no se aceptaría el resultado).
Y no, no me entendáis mal, no estoy defendiendo el voto en blanco (ni el voto nulo, que se contabiliza como tal), no pienso que sea la solución a nuestros problemas (ahora personalizo en poco en los salmantinos y castellanoleoneses, aunque no me olvido de los sufridores madrileños, valencianos y murcianos que he citado antes). Intento convenceros de la importancia de votar, de la importancia de expresar nuestras opiniones siempre. Trato de echar por tierra (ardua tarea) los intentos del PP de llevar a las elecciones municipales el presunto éxito que alcanzarán en 2012, y de echar por tierra las encuestas, en lo que a intención de voto se refieren, recientemente publicadas; y, lo más importante, pretendo explicar que estas elecciones NO SON GENERALES, para que no nos olvidemos de lo que ahora, egoístamente, debería preocuparnos (que no tiene nada que ver, precisamente, con el romanticismo que antes he mencionado).