Ahora que estamos en verano, y que estamos pasando más calor de lo habitual (o eso es lo que pienso yo), y yo, que odio tanto el calor, no hago más que quejarme de eso mismo. De lo mal que duermo, de lo mal que lo paso cuando salgo de casa, de que dé el sol por la mañana en el salón, de que no corra el aire en mi habitación interior, de que la gente esté obsesionada con ir a la playa y a la piscina. Sí, cierto, el verano no me gusta. Ya lo he dicho millones de veces, lo único que me gusta del verano es que los días sean tan largos. Pero soy un chico de invierno, me gusta el frío, soporto mejor el frío que el calor. Cuando uno tiene frío se puede abrigar y abrigar y abrigar más... en cambio, cuando uno tiene calor, llega un momento que no se puede quitar más ropa, y aunque se la quitara, a veces no solucionaría nada.
Además, con el trabajo que tuve durante tantísimo tiempo, yo el verano lo relaciono a una de las épocas de más trabajo. Fui profesor de español para extranjeros, y el verano es una de las épocas que más guiris vienen. Unos vienen a estudiar de verdad, y a aprender español con verdadero interés, pero otros (la gran mayoría) vienen en busca del calor español, de las playas, de la fiesta, de la siesta, y en clase lo que menos hacen es atender a las explicaciones de un profesor que no hace más que sudar y pelearse con el aire acondicionado. Ellos, muchas veces, y debido a las consecuencias de las resacas que sufren diariamente, tienen frío bajo el aire acondionado. De verdad, que no lo comprendo, no comprendo a la gente a la que no le gusta el aire acondicionado. Me declaro pro-aire acondicionado y anti-calefacción.
Y cuando hablo de mi profesión, no puedo pasar sin quejarme de las condiciones en las que nos tienen a todos mis colegas. Nosotros, los profesores de español en academias privadas tenemos que aceptar que se nos hagan contratos de media jornada (y con suerte, algunos no llegan ni a media jornada) para trabajar la jornada completa. Esas horas extras que nosotros hacemos no las cobramos como tal, sino que acabamos cobrándolas en negro, o, si tenemos suerte, el próximo mes con una ampliación de nuestras horas de contrato y, con más suerte, trabajando menos para restar las que tenemos acumuladas. Cuando uno acepta estás condiciones, no es consciente totalmente de lo negativo de la situación hasta que tiene que ir a la oficina del paro en busca de la prestación por desempleo y oye de una funcionaria amable que tenemos el mínimo del mínimo.
Pero no es eso lo peor. Lo peor es que tenemos que hacer trabajos para los que no estamos preparados. Cierto, en este tipo de academias uno de los requisitos es ser licenciados, pero ni siquiera buscan licenciados en Filología Hispánica, les vale cualquiera que tenga una carrera de letras. Esto supone mucho intrusismo. Gente que cree estar preparada sólo por hablar el idioma que se supone va a enseñar. La búsqueda de gente especializada, además, no tiene ningún aliciente. En muchas de las academias se nos exige utilizar un material, y no salirnos de ese material. Aducen que ese material está hecho por gente especializada que conoce los niveles con los que se trabaja, que conoce los ejercicios que sirven para qué nivel y para practicar qué parte gramatical. Es la pescadilla que se muerde la cola: puedo contratar gente que no es de Filología Hispánica porque le voy a exigir que utilice mi material (aunque lleve sin revisarlo años y sepa que no es nada bueno), y si veo que utilizan otro material que no es el mío, después de echarles la consecuente bronca, le obligaré a que lo maquete para nosotros y me lo quedaré, si es bueno, para el futuro (bien pensado, esa será la revisión que haga del material).
No, en estas academias no se puede llevar material propio. Todo profesor de español sabe que esto es algo propio de nuestra profesión. Los que llevamos muchos años vamos acumulando material que sabemos que funciona, que sabemos que es bueno y con el que además podemos lucirnos en clase para algunas explicaciones. Si, por suerte, encontramos una academia que nos deja utilizarlo, no se nos pagará. A nosotros sólo se nos paga las horas que estamos dando clase, pero si, como buenos profesionales, utilizamos una media hora (el día que menos) en preparar alguna clase, ese tiempo no se nos paga... ¿por qué se nos iba a pagar? estamos fuera del aula.
Como decía antes, tenemos que hacer trabajos para los que no estamos preparados. Tenemos que lidiar a veces con adolescentes cuyos padres no saben como librarse de ellos para tener unas buenas vacaciones, cuyos padres cagan dinero y han enseñado a sus hijos que todo aquel que trabaje para él, es inferior. Tenemos que hacer de psicólogos cuando vemos a algún alumno sufrir por alguna causa, aunque sea extraescolar. Tenemos que responder a las necesidades de todos, si tenemos una clase mal nivelada (es decir, un alumno que sabe más junto con un alumno que sabe menos) nuestra obligación es hacer que uno aprenda más rápido y que el otro frene un poco.
Pero no me olvido, no. Tenemos que hacer de guías, excursiones por la ciudad en la que trabajamos, o excursiones a otras ciudades. Eso supone, por nuestra parte, un claro ejemplo de intrusismo en otra profesión, algo de lo que me he quejado más arriba. Tenemos que tener un buen nivel de cultura española para responder a algunas de las preguntas impertinentes del listo que quiere saber de qué siglo es el tapiz que está colgado de la pared de un museo en el que sólo visitamos Goya y Velázquez. Debemos saber mucho sobre historia española, sobre todo de la más reciente. Y en otros casos tenemos que evitar temas que en otros países pueden ser tabú (política, dinero y religión, por ejemplo), y si nos atrevemos a tocar estos temas, hay que saber que nosotros carecen absolutamente de opinión, nuestras ideas las tenemos que dejar fuera del aula. Uno de estos alumnos sabe que paga mucho por su curso, y piensa equivocadamente que todo lo que paga es para el profesor. Como digo, lo piensa equivocadamente. He trabajado en muchas academias, y en alguna de ellas sé que al profesor no le llega ni el 12%. La excusa, el material es muy caro (como no podemos utilizar el nuestro...)
Mantengo amistad con muchos de mis alumnos. Eso es lo mejor de mi trabajo, el ambiente, tanto en la clase, con muchos de mis alumnos, como en la sala de profesores (sobre todo en mi último trabajo). Reconzco haberme encontrado en algún lugar sin saber quienes son mis compañeros de trabajo, y en otros que la diferencia entre veteranos y nuevos era tan grande que ni nos juntábamos para fumar un cigarro en la puerta. En estos lugares, me he dado cuenta de que existe en este mundo un alto grado de competitividad, cuando todos estamos trabajando por la misma mierda de sueldo y sometidos a las mismas vejaciones. Me he encontrado con jefes maravillosos, me he encontrado con otros que no lo eran tanto, pero molestaban poco, he visto a algunos que pasaban totalmente de sus empleados (hasta el punto de confundirnos con alumnos), y otros que estaban demasiado encima (hasta el punto de espiar y po

Todo profesor de español en academia privada tiene en mente al gran Borges, cuando hace tiempo publicó uno de los mejores chistes que se han hecho hasta el momento sobre el tema. La pena, es que ese mismo chiste no pueda servir de foto para el curriculum. Y esa es la mayor queja de todas.