La pastorcilla volvía a su casa con el cántaro de leche sobre la cabeza, pensando en sus cosas: "Venderé la leche, con el dinero que gane comparé una vaca. Venderé toda la leche que me dé, con el dinero que gane ampliaré la granja. Venderé más leche, con el dinero que gane comparé unas gallinas. Venderé entonces leche y huevos, con el dinero que gane ampliaré la granja. Venderé huevos y leche y compraré más animales. Venderé más leche y más huevos, y con el dinero que gane compraré unos cerdos." La pastorcilla llegó a su casa y, con el paso del tiempo, empezó a cumplir aquello que pensó una vez volviendo a casa. Años después, mirando su gran granja, recordó el camino que había seguido para conseguir todo lo que ahora tenía. Había sido un camino largo, había trabajado mucho, pero había merecido la pena, sin duda. Era feliz. Sonrió.
Nos han enseñado desde pequeños que todo tiene una causa y un efecto o consecuencia. Hemos aprendido que eso puede ser así en varios aspectos de nuestras vidas y del entorno en el que vivimos. Nuestras experiencias, además, nos han enseñado que podemos encontrarnos con obstáculos salvables e insalvables, pero casi siempre superables, dependerá siempre de nuestra predisposición al cambio. Por ejemplo, si nosotros un día nos levantamos tarde, toda nuestra rutina se ve retrasada en el tiempo y eso conlleva unas consecuencias, aunque sean solamente mentales, y ya sean positivas o negativas.
Es simple, pero no somos conscientes de lo que nuestros actos pueden llegar a ocasionar. Pensémoslo un segundo. El ejemplo que antes he puesto, el simple hecho de levantarnos más tarde y provocar un retraso en nuestras rutinas. Desayunamos más tarde, si lo hacemos, comemos más tarde, reducimos el tiempo (aunque inconscientemente) de la tarde. Para nosotros ese día anochecerá antes. Cenaremos más tarde, nos acostaremos más tarde, provocando, quizá, que nos volvamos a levantar tarde al día siguiente. Si, además, podemos convertir eso en una nueva rutina, acostumbraremos a nuestro organismo poco a poco, llevándolo a cambiar hábitos que antes teníamos.
Con el tiempo, habríamos cambiado nuestra rutina sin saber el origen del mismo cambio. Sólo si lo pensamos con detenimiento seríamos capaces de reconocer el origen de todo. Pero esto siempre es a posteriori. La filosofía kármica del efecto dominó propone lo contrario, provocar una serie de cambios pero a priori, llevando a cabo pequeños cambios que poco a poco producirán grandes cambios beneficiosos para nuestro organismo y para nuestra salud emocional y mental.
Llevarlo a la práctica es muy simple. ¿Qué tenemos que hacer? ¿Hemos de provocar un cambio drástico en nuestras rutinas? No, no es necesario. Basta con hacer un pequeño esfuerzo cada día. Pequeñísimo y casi insignificante, al menos eso es lo que podremos llegar a pensar con cada pequeño cambio.
Pongo un sencillísimo ejemplo. Cambiemos el desayuno, desayunar cada día más sano, por ejemplo, echando cada vez menos azúcar en el café. Haremos que poco a poco nos guste el café menos dulce, que nos gusten las cosas menos dulces, y eso es algo beneficioso para nuestro organismo.
Insisto, son pequeños cambios. Nos acostumbraremos con el tiempo a romper la rutina y la monotonía que a veces dejamos que nos guíe en nuestro día a día, sin ser conscientes de ello, sin darnos cuenta de lo que eso puede llegar a desgastarnos, física, psíquica, química, mental y emocionalmente.
He dicho más arriba que es kármico. ¿Qué significa esto? Las consecuencias positivas que acompañan a los pequeños cambios, sea por la fuerza de voluntad que imprimimos en los mismos, sea por los efectos positivos que vemos que producen, nos harán estar más felices con nosotros mismos, animándonos a poner en práctica más cambios. Es posible que nuestro subconsciente nos lleve a practicar más cambios cada vez más difíciles, más drásticos, y la consecución de los mismos no sólo atraerá nuevos cambios, sino que mejorará nuestro carácter y nuestra predisposición.
Este hecho, la mejora de nuestro carácter, la podemos llevar a la práctica con cambios de nuestras características personales, cambios de pequeñas cosas que nosotros entendemos como partes negativas de nuestra personalidad. Esta es la parte más difícil, pero no es imposible. En este caso nos veremos obligados a tener más paciencia, más constancia y más fuerza de voluntad. Aprender estos aspectos (personales, íntimos o privados frente a los sociales o públicos) suponen mayores esfuerzos que traerán la consecuencia de una mayor satisfacción (provocando de nuevo el efecto dominó tan positivo que vemos desde el principio).
En sociedad, además, provocaremos el contagio de ese positivismo, empujando a la gente que nos rodea a llevar a la práctica esta filosofía kármica. Produciendo un efecto dominó exterior que, egoístamente, alimentará nuestro bienestar (íntimo y personal, como también público y social). Mejorará, además, los estados físicos, psíquicos, químicos, mentales y emocionales que quisimos cambiar desde el principio.
Nuestras costumbres, y el ámbito social en el que las desarrollamos, han hecho que todos esos estados, que deberían ser cambiantes y temporales, se hayan convertido en algo permanente, que crecen en nuestro carácter como un quiste (maligno o benigno, depende de casos y circunstancias) y que, con el efecto dominó, conseguiremos reducir y, con tiempo y paciencia, que desaparezcan.