El medaigualismo comprende tres pilares básicos: el
individuo como tal, el individuo en sociedad y el individuo que busca mejorar
en los dos ámbitos anteriores. Esta filosofía no busca otra cosa que el bienestar
personal (en el ámbito privado o interno y en el ámbito social o público). Lo
que a continuación les detallo es una lista de 10 “yoes” que han de darse para
llevarla bien a cabo y alcanzar con éxito los objetivos de la misma. Estos 10
“yoes” forman prácticamente un decálogo de buen uso del “medaigualismo” y, al
mismo tiempo, un intento de explicación de la filosofía en cuestión. Lean
atentamente, quizá ya la están llevando a cabo.
A. El
individuo como tal:
- Yo privado. La filosofía del medaigualismo es una filosofía principalmente egocéntrica. Todo gira en torno al EGO, principal “yo”, lo importante es el “yo”. Esencial es además que no se haga una ostentación del mismo, por esa razón ha de primar en el desarrollo de la misma una buena dosis de humildad. No consiste únicamente en decir a todo “me da igual” mostrando que lo que realmente importa es lo que uno piensa, siente o quiere en ese momento.
- Yo emocional. El carácter del ser humano está formado por una compleja cadena de sentimientos y emociones que, en determinadas ocasiones, necesitan mostrarse, y otras, por el contrario, se ven obligadas a permanecer en privado. Este “yo”, en esta determinada filosofía, ha de ser un “yo privado”, al menos ha de intentarlo. Para evitar la vulnerabilidad del individuo como tal ante los demás hemos de evitar mostrar el mayor número de sentimientos y emociones. El “yo emocional” busca evitar la decepción propia.
- Yo relativizador. Igual que seremos capaces de controlar nuestras emociones (y la muestra de las mismas), hemos de intentar relativizar uno de esos sentimientos menos vulnerables, pero sí más dañinos: la preocupación. La máxima de este “yo” es simple: nada importa tanto como para quitarnos el sueño, como para dedicarle horas y horas de nuestro tiempo dándole vueltas. Está demostrado, además, que pensar incesantemente en algo no soluciona nada y no lleva a ningún lado.
- Yo defensor del yo (debe estar presente la necesidad de protegernos de la decepción). Estos primeros “yoes” forman parte del “yo central” (todo gira en torno al EGO, que tiene unas emociones y que las relativiza), de ese egocentrismo que se menciona en el número uno. Estos tres “yoes” están protegidos, a su vez, por uno imprescindible. El defensor del “yo” tiene que estar presente en todos los ámbitos en los que desarrollemos el resto, esto significa que debemos evitar que nuestras parcelas privadas, emocionales y relativizadoras bajen la guardia ante todos los demás “yoes”.
B. El
individuo en sociedad:
- Yo empático. Este es un “yo” público. El ser humano vive en sociedad (comunidades más grandes o más pequeñas). El medaigualismo no persigue la soledad, sino todo lo contrario, persigue mejorar las relaciones sociales. Es cierto que predomina el egocentrismo, pero sin olvidar que no estamos solos. Así que nuestro “yo” central tiene que mostrar, de una manera humilde y controlada (en la medida de lo posible), empatía por sus iguales y respeto por los demás “asíes” con los que socializa. El “yo empático”, poniéndose en el lugar del otro, busca evitar la decepción ajena.
- Yo defensor del otro (debe estar presente la obligación de proteger a los demás de decepciones por nuestra causa, cuidar el “yo emocional” de los demás). Si establecemos como máxima la consecución de mejorar nuestras relaciones sociales, el “yo empático” (un “yo” que tiene emociones para con los demás) necesita estar protegido de la misma manera que protegemos el “yo privado”. En los momentos de socialización, este “yo” estará alerta ante cualquier imprevisto y trabajará a la par con el defensor del “yo”. ¿Qué significa esto? Todos los hombres somos libres, como tales seres libres pertenecen a nuestro ámbito privado y público una serie de libertades que deber ser protegidas en cualquier momento (en soledad o en sociedad, es aquí, además donde se muestra un poco el “hago lo que me da la gana” con el “yo empático"), pero sin olvidar una máxima importante: la libertad del individuo termina donde comienza la de otro.
C. El
individuo que busca mejorar:
- Yo cambiante. En esta filosofía, el individuo tiene que ser muy buen observador, tanto a sí mismo y sus reacciones en soledad ante ciertos estímulos, como a la comunidad en la que se desenvuelve y sus reacciones ante los “asíes” que le rodean. Por esa misma razón, podríamos dividir el “yo cambiante” en dos tipos:
- Yo cambiante interno. Este “yo” es íntimo. Se preocupará de buscar cambios importantes en el carácter y en la forma de ser de uno mismo. Por esa misma razón se desenvuelve en la parcela íntima del ser humano y, precisamente, para evitar la decepción (con ayuda del “yo relativizador”) ante un posible fracaso, los objetivos de este “yo cambiante” deben ser secretos.
- Yo cambiante externo. Este es un “yo” visible y público. No sólo porque es el “yo cambiante” preocupado por las mejoras sociales ante los demás individuos de la comunidad en la que se desenvuelve, sino porque, además, como ayuda de dicha mejora o cambio, es positivo hacer público los objetivos que se pretender alcanzar, que, casi de manera generalizada, son más insignificantes desde el punto de vista del individuo como tal, aunque, quizá, más importantes en el desarrollo del individuo en sociedad.
- Yo kármico. Taxativamente: ninguno de los “yoes” que forman parte de nuestro “así” (tanto privados como públicos) deberán olvidar que todas las acciones (tanto las aceptadas como las rechazadas por el medaigualismo), tienen unas consecuencias. Pero, paradójicamente, y con ayuda del defensor de nuestros “yoes” y, al mismo tiempo, una presencia importante del “yo relativizador”, intentaremos evitar pensar en dichas consecuencias. La máxima: todo lo que hacemos conlleva unas consecuencias, no tenemos que olvidarnos, pero no debemos preocuparnos por ellas antes de tiempo.
- Yo optipesimista. Seremos conscientes, desde el principio de la puesta en práctica de esta filosofía, que esperamos un fin con la misma. Seremos conscientes de que los objetivos y las metas que nos marquemos llegarán, antes o después, bien o mal, pero llegarán. El “optipesimismo” (no esperar nada, que las cosas lleguen como y cuando tengan que llegar) persigue dos cosas:
- Evitar el optimismo para evitar la ilusión y así evitar la posible decepción ante un posible fracaso (ámbito íntimo, aunque puede ser privado y público)
- Evitar el pesimismo para evitar contaminar al resto de individuos con un exceso de victimismo y de humildad (ámbito social, generalmente público)
- Yo proporcional. Nada en exceso es positivo (ni negativo), por esa misma razón es importante en esta filosofía buscar un equilibrio lo más cercano a la perfección entre los diferentes “yoes” que forman nuestro propio “así”. La teoría de los “asíes” es posible resumirla así: todos somos como somos aceptados por nosotros mismos y por los que nos rodean porque aceptamos que cada individuo está formado por una serie de “yoes”, unos visibles (los que nos ayudan en las comunidades en las que vivimos y con las relaciones sociales con los demás, es decir, los públicos o externos) y otros invisibles (que forman parte de nuestro fuero más interno y que nos ayudan a superar las diferentes etapas de nuestro desarrollo y nuestra vida pero de manera íntima). Es evidente que podemos mostrar más unos “yoes” que otros en determinados ámbitos y situaciones, así el “yo proporcional” nos ayudará (con más o menos éxito, y para evitar la preocupación por eso mismo debería estar presente el “yo emocional”) a buscar un equilibrio que facilitará nuestro desarrollo (y nuestras mejoras cuando buscamos los cambios) y nuestras relaciones sociales.
No me queda nada más que decirles. Me gustaría añadir, como
conclusión, que el medaigualismo es una filosofía nacida de diferentes
experiencias, propias y ajenas, vividas y escuchadas, que, aunque explicado de
la manera en que lo está en el primer párrafo, no busca otra cosa que la
felicidad, propia y ajena. Así que, como todos nos lo merecemos, como quieran,
cuando quieran, donde quieran, porque quieran, cuanto quieran… ¡SEAN FELICES!